Entre Ríos sigue resistiendo al modelo del agronegocio: se cumplieron 200 rondas contra el veneno y nació el Colectivo Agroecológico Yuyo Colorado. La agroecología “no es una alternativa. Es la única opción para hacer posible lo necesario”, dice el agrónomo Nicolás Indelángelo. En esta crónica, en el VII Mes de la Agroecología, repasamos los últimos hitos de la lucha y por qué se vuelve una amenaza la aprobación de exportación del trigo HB4.
Por Rocío Fernández Doval
200 veces. Como todos los martes y tal como lo denuncia la Coordinadora Basta es Basta, rodea, ronda insistente “frente a las puertas cerradas de la Casa Gris” y también “frente a los corazones, los oídos y los micrófonos que se cierran ante el mayor conflicto ambiental de la provincia y quizás del país”. Las personas de la ronda de las velitas, como cantará esta noche la Rusa Salomone, siguen sin que el gobernador les quiera atender.
Todos los martes se convoca a la misma hora: 20.15 en la Casa de Gobierno de Paraná. Esta vez es distinto, porque además de ser la número 200, acompañan asambleístas del Foro Ambiental Gualeguay, de Aire Puro de Nogoyá y del Foro Santafesino por la Salud y el Ambiente, también las adhesiones del Instituto de Salud Socioambiental de Rosario y las fotos de Pablo Piovano en gran formato. Entonces, además de las habituales velas entre las manos, hay quien lleva el rostro de Fabián Amaranto Tomasi abrazado a su madre, y cuando Daniela Verzeñassi lea el documento escrito por la Coordinadora, la rodearán las capturas de otros pueblos fumigados.
Sobre el fondo de un camino rural, hay una mano marcada por el tiempo y el trabajo de campo, con las uñas carcomidas, algunas hasta desaparecer. En el living de una casa se alcanza a ver el arbolito de navidad armado en un rincón, una nena que acerca su mano a los soplillos, una manta a lunares en el centro de la escena y sobre el piso, una mujer –su madre– cambia a un niño –su hermano–; un niño con los ojos inmóviles sobre el techo, el cuerpito delgado, la cabeza inusualmente grande. ¿Hidrocefalia? Avionetas, cementerios de bidones de roundup, la tierra ajada casi dolorida, trabajadores de grafa con rociadores manuales y sin protección de ningún tipo. La marca visible y estremecedora del veneno sobre los cuerpos: en cicatrices, malformaciones, patologías de la piel, enfermedades degenerativas, cáncer.
El costo humano de los agrotóxicos es un ensayo fotográfico desarrollado desde 2014 a 2019 en pueblos y zonas rurales de Entre Ríos, Chaco, Córdoba, Misiones y Santa Fe. Es tan necesario como impactante, incómodo, aterrador. Esta noche envuelve el espacio de la ronda e instala ese sabor amargo: por un lado, somos más; por otro lado, seguimos siendo tan pocos. Es difícil entender cómo es que existiendo las evidencias científicas, empíricas, las imágenes, los relatos de quienes conviven o convivieron con los agrotóxicos, la problemática no haga mella en las agendas políticas.
“La guita y la muerte son inseparables”, seguirá cantando Silvia Salomone, con el Negro Aguirre en el piano y un repertorio en el que también participarán Luis Barbiero en voz y flauta y Sebastián Narvaez en guitarra. Mientras, de fondo, la Casa de Gobierno estará iluminada casualmente de rojo y los trabajadores de una empresa de sonido se pondrán a armar un escenario para un acto oficial del día siguiente.
En este mismo momento, también están marchando en otros puntos de la provincia como Concordia, Concepción del Uruguay, Colón, Villa Elisa y Basavilbaso. En cada uno, seguirán levantándose los 16 puntos para transformar el sistema productivo –elaborados en 2017 y todavía vigentes– y la Iniciativa Popular para declarar la emergencia ambiental en Entre Ríos y para que la agricultura a base de químicos sea declarada una actividad peligrosa para la salud y el ambiente.
“Para dejar atrás esta realidad, invitamos a firmar la iniciativa popular y hoy abrazamos la agroecología”, insisten desde la Coordinadora.
Yuyo colorado
Mercedes Cagnani desde Don Cristóbal II en el departamento Nogoyá, Juan Tironi desde La Creciente en Diamante, Amelia Uzín y Germán Rearte desde Minhoca en Tabossi, Ariel Bertelotti desde Las Tunas, Susana Radcliff del establecimiento La Esmeralda en Colonia La Esperanza, Leonardo Kostner desde María Grande, Nicolás Indelángelo desde Oro Verde. Cada quien tomó la ruta y llegó hasta La Picada, al espacio rural para la agroecología más conocido como La Porota, donde Tincho Martínez y Rita Mohs les están esperando. Algunas personas no podrán llegar, pero seguirán la juntada casi en vivo a través de las fotos en el grupo de whatsapp.
Son productoras y productores agroecológicos de Entre Ríos, personas con interés en la transición, agrónomxs y militantes por la agroecología. Se reúnen una vez al mes en un punto distinto, desde hace un año aproximadamente. Se ponen al día de las novedades de cada zona, comparten información, debaten y, en cada encuentro, hacen juntes una tarea común. Algo práctico. Lo que demande el campo. A veces cosechar, a veces preparar bioles, hoy la tarea será hacer sales mineralizadas: un cóctel de cenizas, conchillas y azufre que devuelve la potencia mineral a la comida de los animales. Un elemento que debería estar en el suelo, en la pastura, pero que a fuerza de chirlos químicos se ha ido perdiendo. Hasta que el suelo se recupere con agroecología, la agroecología misma da herramientas naturales para suplir la falta. Entonces, los bichos pueden estar mejor alimentados.
Hoy, además, es el día en que el grupo elegirá su nombre, su identidad. Ha costado varios intentos, demoró en salir. Pero llegan con la certeza de que se define. Hoy el nombre se define y hay un aire fundacional bajo los ceibos que lloviznan, un olorcito que viene con el viento y no se sabe si es cilantro que rebrotó en la huerta, o un yuyo que se le parece mucho.
Había distintas opciones conversadas en un encuentro anterior, y cada quien tenía que votar en una encuesta sencilla la que prefería y la que rechazaba. La ronda charló sobre novedades un rato largo hasta que alguien sentenció:
–Vamos al nombre.
Las opciones no elegidas quedarán en la historia no escrita. Lo escrito, al menos por ahora, será esto: el primer grupo constituido en la provincia de Entre Ríos como Colectivo Agroecológico se llama Yuyo Colorado (CAYUCO). ¿Por qué? Por el Amaranthus quitensis, una planta catalogada en el atlas de malezas del INTA, que también se conoce como amaranto. Una planta que es un símbolo en sí misma: aún en los campos fumigados, bombardeados de glifosato, el yuyo colorado insiste en crecer. Resiste.
Como si fuese una casualidad, Fabián Tomasi llevaba por segundo nombre Amaranto. El yuyo colorado que puso el cuerpo entero, hasta el último día de sus 53 años, para denunciar el envenenamiento de los pueblos y sus responsables. Le diagnosticaron polineuropatía tóxica metabólica severa después de trabajar desde muy joven “guiando avionetas” en los campos de Basavilbaso y en contacto directo con el insecticida endosulfán, prohibido en más de 50 países.
Nicolás Indelángelo lo expresó así en un texto publicado en sus redes:
“Colectivo. Nada de andar solo. Si al trigo lo sembramos con trébol y a la alfalfa con la festuca y la cebadilla, por qué tiene que andar solo el paisano?
Agroecológico. Porque la búsqueda de una agricultura otra la hacemos desde ahí. Entendiendo que se puede tener una relación otra con eso que somos, y entre nosotros.
Yuyo Colorado. Porque lo despectivo viene de la ignorancia. Más pal que anda viendo con ojos otros, esa planta es hermosa, nutritiva, y hasta nos habla cuando sabemos pa qué se presenta. También es nombrada Amaranto más arriba, y por acá el Fabián ta siempre presente. Su lucha también nos guía”.
Es sábado, llovió anoche. Quienes sembraron, agradecen el regalo. El sol entre las hojas proyecta algunas sombras del atardecer sobre las sonrisas de la foto.
Faltan varios días para la ronda 200 y para que se sepa, algunas horas después, que el cultivo agroecológico de trigo está en peligro.
Trigo limpio
Brasil acaba de aprobar el trigo HB4, desarrollado por la empresa argentina Bioceres (a.k.a. Gustavo Grobocopatel) y el grupo de investigación del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (CONICET-UNL) que lidera Raquel Chan. Esto quiere decir que nos van a comprar harina de trigo transgénico HB4, modificado para soportar sequías y también para resistir a un herbicida –glufosinato de amonio– que es aún más tóxico que el glifosato.
La aprobación del HB4, sin embargo, ya tiene un año. Se publicó en el Boletín Oficial el 9 de octubre de 2020, con la Resolución 41/2020 del Ministerio de Agricultura. Sólo se estaba a la espera de que Brasil, nuestro principal comprador de trigo, apruebe la importación.
En un inesperado (pero no tanto) plot twist la Federación de Acopiadores se opone. “El trigo HB4 es un producto que los compradores de trigo argentino ya adelantaron que no adquirirán”, habían dicho semanas atrás en una carta dirigida a Alberto Fernández, Julián Domínguez, Martín Guzmán y Santiago Cafiero. Es decir, que –lejos de preocuparse por lo que significa el HB4, claro–, por lo que la Federación advierte, nadie más que Brasil estaría dispuesto a comprar un trigo OGM –la sigla para organismos genéticamente modificados, entre los que se cuentan, desde 1996, la soja y el maíz.
Productores de trigo agroecológico junto a organizaciones y comunidades presentaron este viernes 12 de noviembre, ante la Justicia Federal, una solicitud de medida cautelar autosatisfactiva urgente para que se suspenda de inmediato la liberación del trigo transgénico de la corporación Bioceres en los territorios. Además, presentaron medidas cautelares el Fiscal Federal Fabián Canda y la Defensora Pública Florencia Plazas. Más allá de que estén a la vista los efectos nocivos del paquete tecnológico actual, se argumentan omisiones en las evaluaciones técnicas ambientales e información sesgada.
Además, “la aprobación de la variedad transgénica representa un nuevo artero ataque a la biodiversidad de nuestros territorios en virtud de que se perderían todas las variedades criollas de trigo existentes (como sucedió con la soja y el maíz), mejoradas y adaptadas durante años por la agricultura tradicional, no sólo en la Argentina sino en toda la Cuenca del Plata –que comprende a los países hermanos de Brasil, Paraguay, Bolivia y Uruguay. Con esta aprobación se consolida el monopolio de una sola corporación que controlará el cultivo del cereal insignia de nuestra alimentación, imponiendo su variedad transgénica en toda la producción y cadena alimentaria”, denunciaron en la presentación ante la justicia.
Además de la pérdida invaluable de biodiversidad y patrimonio cultural, hay otro conflicto: poder cultivar o acceder a trigo agroecológico no OGM será imposible. “Dada la contaminación genética inevitable que generará la liberación del trigo HB4, no podrán desarrollar su actividad (…). En este sentido hasta los propios sectores trigueros concentrados y adeptos al modelo del agronegocio reconocen que su producción basada en semillas comerciales de las corporaciones se verá imposibilitada totalmente”, continúa el documento antes mencionado, que difundió Naturaleza de Derechos.
¿Combatir el cambio climático con una agricultura que ayude a enfriar el planeta, frene el desmonte, recupere el suelo, promueva la biodiversidad y no contamine el ambiente con tóxicos cancerígenos prohibidos en el resto del mundo? Es el camino que propone la agroecología: productores y organizaciones demuestran que es posible.
Justamente, hasta el 20 de noviembre caminamos el VII Mes de la Agroecología, una conmemoración impulsada desde la Red Nacional de Municipios y Comunidades que Fomentan la Agroecología (RENAMA), la Sociedad Argentina de Agroecología (SAAE) y la Dirección Nacional de Agroecología (DNAE). “Esta inmensa red es el resultado de más de cuatro décadas de experiencias de campo en establecimientos intensivos y extensivos en todos los rincones del país, de investigaciones en el ámbito académico y científico, de espacios de reflexión colectiva y formación profesional, y de luchas socioambientales por el buen vivir y la soberanía alimentaria, las cuales confluyen en una transformación necesaria, urgente, posible y en marcha, del sistema agroalimentario que regenere los entramados sociales, económicos y ecológicos”, destacan en su declaración.
Por el contrario, el camino que se decide desde los gobiernos –sin consulta popular– ha sido otro, históricamente. La condena de la falsa dicotomía desarrollo vs justicia ambiental. En lugar de impulsar la agroecología efectivamente la apuesta es alimentar la concentración del agronegocio, hacer más caro y más tóxico el paquete tecnológico y, en nombre de la ciencia, llevarse puesto más de un derecho humano y la memoria ancestral de una semilla. No importa la sequía mortífera o la inundación feroz, en última instancia, Bioceres será aún más millonaria.
“Cuando la tierra y las nuevas generaciones nos lo demanden, cada quien sabrá si defendió la vida o se inclinó por el poder que destruye a la humanidad de pandemia en pandemia”, escribió la Coordinadora Basta es Basta en su documento.
Se deben estar preparando para la noche. Hoy habrá ronda, como todos los martes.