Se cumplen 20 años de “Es mentira”, el primer disco de Miranda! y, según Octavio Gallo en esta reseña: es su gran obra maestra. ¿O no?
En el videoclip de Bailarina, lxs miembrxs de Miranda! están vestidxs de blanco y bailan sobre un fondo animado medio berreta de luces naranjas. Fue el primer video que grabó la banda, y fue promocionado efusivamente por Locomotion, el canal por excelencia para la cultura joven en los últimos años en los que todavía la televisión era el medio a través del cual el público conocía cosas nuevas, antes de la llegada de Internet. De más está decir que es una época que yo no viví: de Locomotion apenas tengo un recuerdo difuso de ese muñeco rojo, que era una especie de mascota del canal y de que pasaban dibujitos, pero no era un canal para niños. Sin embargo, construí en mi mente el recuerdo de algo que no viví browseando Internet a la madrugada, como suele hacer mi generación: leyendo artículos viejos, mirando videos, leyendo comentarios en Youtube y encontrando links como quien halla un tesoro.
Bailarina abre Es mentira, el disco debut de Miranda!, que salió en noviembre de 2002, y conjuga una hermosa melodía pop con un ritmo fuertemente electrónico y muy bailable, los dos elementos clave del sonido de Miranda: “es una canción como las que íbamos a bailar en las discotecas”, definió Ale Sergi, su creador, en una serie de entrevistas que hizo años después, analizando el disco tema por tema. La banda se había formado a mediados de 2001 y había ido creciendo en la escena del under porteño. Se había tejido alrededor de ella una especie de leyenda, mitad gracias al boca en boca del público que asistía a sus recitales y se fascinaba por su teatralidad y su estética kitsch, y mitad gracias a la prensa, que exacerbaba el costado “metrosexual” de la banda y lo oponía al estilo desaliñado y “auténtico” del rock barrial o rollinga.
Pasaron 20 años y algunas discusiones suenan antiguas, ahora que el rock cada vez importa menos y hasta la electrónica cada vez importa menos. Pero en aquel momento, Miranda! fue un cimbronazo importante para ciertos sectores del rock, que cuestionaron la superficialidad del grupo, para no mencionar lo que en realidad les hacía ruido: ninguna banda había sonado tan gay como Miranda! Ni siquiera Virus, a pesar de que su líder era efectivamente gay. Con su falsete exagerado, sus escenografías de telenovela, sus coreos y sus letras de índole exclusivamente amorosa, Miranda! cubría un abanico de posibilidades que jamás habían sido llevadas tan al extremo en la música argentina, o, si lo habían hecho, no habían alcanzado semejante nivel de masividad.
El éxito definitivo y el acceso al mainstream llegarían con Sin Restricciones, el segundo disco de la banda, que contiene sus mayores hits. Pero, si bien no deja de ser un gran disco, el sonido allí empieza a volverse un poco más vacío, más hueco. En ese sentido, Es Mentira es la obra cumbre de Miranda! Todos los elementos distintivos de su sonido están ahí, y están ejecutados con una maestría y una belleza irresistibles. Las canciones del disco navegan entre el amor y el desamor, alternando entre el pop bailable y la balada, como explicó Ale Sergi: “la idea era ‘una para bailar, una para no’”. Las baladas suenan más orgánicas, como la hipnótica Imán, que es casi un blues, o el cierre con Tiempo y Casualidad, las dos canciones más abigarradas y teatrales del álbum, con estribillos que parecen no terminar nunca. Los temas más pop, en cambio, como Romix, Tu juego o Mentira, son definidamente electrónicos, y se acercan más a lo que sería Miranda! en sus futuras entregas. En el medio están canciones tan indefinibles y adictivas como Agua, una especie de drum and bass que de repente se disuelve en un estribillo etéreo; Horóscopo, la única balada pop de la historia en rezar (literalmente) en su estribillo “¿qué será? / será lo que Dios disponga / para mí, para vos, por los dos / que el cielo nos corresponda”; o Ven, el tema más irreal del disco, con una cascada instrumental que es, al igual que explicita la letra, una invitación a “desaparecer por un ratito del mundo”.
En los siguientes discos, las canciones se irían achicando, y yendo más al grano. Pero en Es mentira las canciones son largas, insistentes, quizá más influenciadas por la electrónica que por el pop. A lo largo de todo el disco hay elementos clave que se repiten. En primer lugar, las melodías, una más hermosa que la otra. En segundo lugar, los colchones de sintetizadores, impecables y sensuales. Por último, el juego constante de voces entre Ale Sergi y Juliana Gattas; “todo el tiempo las dos voces, lo mezclamos para que no se entienda bien cuál es la principal y cuál es el coro”. Y después están los detalles, como el solo psicodélico que cierra Ven, las tres notitas que aparecen subrepticias detrás del estribillo de Agua, o los golpes de gong y los alaridos que cierran el disco de la forma más exagerada posible.
En otro fragmento de la entrevista en la que Sergi cuenta algunos detalles acerca del disco, menciona entre sus influencias a Capri, un DJ y productor olvidado de principios de los años 2000, muy asociado a la escena electrónica de las primeras Creamfields. En una entrevista de enero del 2002, Capri decía sobre su más reciente disco: “Tiene unas partes muy épicas, de emoción y, sí, llega a ser grasa. Me propuse que tuviera cosas bien exuberantes, zarparme. Es un disco bastante energizante. Lo grasa tiene que ver con mi costado más infantil. Es como mostrarles a tus amiguitos que tenés un juguete importado, a pilas, pero a la vez es decir: ‘mirá lo que puedo hacer con esto’”. Quizá sin quererlo, daba una muy buena definición de lo que sería “Es mentira”, lanzado en el mismo año: un vaivén constante entre el hedonismo y el amor más cursi, entre lo cool y lo grasa. No es casual, tampoco, que Miranda! haya tenido un pie en los recitales y otro pie en las electrónicas: si hay una droga para escuchar “Es mentira” y perderse en el placer y el erotismo de sus melodías y sus ritmos, es el éxtasis. “En los conciertos queremos lograr excitación permanente, euforia constante”, dijo también Ale Sergi alguna vez.
¿Y de qué hablan las canciones de Es mentira? De amor. Son letras directas, con apenas algunas metáforas, como la enigmática sugerencia “volemos por última vez al desierto” en Imán. Son, también, letras largas, larguísimas, que juegan mucho con la rítmica de las sílabas. Y, sobre todo, son diálogos. Todas las letras están en segunda persona: en todas, hay un enunciador hablándole a otro, en algunas en tono de invitación, en otras en tono de reproche, en otras de llanto, y en Mentira, quizá la más interesante, desde el lugar opuesto, el del cínico, el mentiroso (“sospecho me conviene mentirte a decirte la verdad / ¿no ves que en realidad no me importa?”). Frases favoritas tengo varias. En Tu juego, el protagonista se lamenta: “no puedo soportarlo, al fin me estás dejando / quisiera irme antes de llorar”. En Agua, la mentira vuelve a ser protagonista: “como aquella tarde en tu habitación, cuando íbamos a hacer el amor / te llamaron por teléfono y te fuiste / y ni siquiera mentiste / me dejaste solo en tu propia casa / con tu mucama y con un video”. Todavía me pregunto qué video era. En Ven, luego de invitar a su amadx a “desaparecer por un ratito del mundo”, el protagonista dice “no creo que llegue lo que va a venir / no creo que llegue, por lo menos antes / de lo que tardás en llegar vos”, y lo que va a venir puede ser, mágicamente, cualquier cosa. Y en Tiempo, frente al alejamiento de dos que alguna vez se amaron, hay una explicación sencilla y terrible: “no es nada más que el tiempo / se ha puesto más violento entre los dos”.
En un texto académico del 2005 que encontré por casualidad, en uno de los viajes nocturnos por Internet que mencionaba, el filósofo Francisco López Corral analizaba a Miranda! Primero hablaba de sus videoclips, y decía lo siguiente: “Profusión delimitada y luminiscente de naranjas, rosas, violetas y negros, que se alternan ante el predominio enceguecedor del blanco para brindar una percepción de hiperasepsia. No de pureza, sino de higiene exacerbada, casi profiláctica. Transparencia”. Lo transcribo solo porque me resultó muy gracioso. Luego continúa afirmando: “Las letras son tan superficiales como concretas. La originalidad y la metáfora son sacrificados por los clichés y lo llanamente coloquial. No hay significación oculta. No hay significación más allá de lo que se escucha y de lo que se ve. Nada está velado. Todo es lo que es”. Y, finalmente, López Corral reflexiona: “La autenticidad de Miranda! descansa en la franca producción de un artificio, incluso jactándose de ello. […] ¿Es en serio? ¿Es una sátira, o lo hacen de verdad? […]. Permanece latente la sensación de un engaño, del cual se espera (en vano) su resolución. El gag que defina la paradoja. Pero el gag no llega nunca, sólo la respuesta implícita, ambigua, que juega como la paradoja del mentiroso: estamos mintiendo, esto no es serio, es una fantasía, un montaje”.
La idea es interesante, porque, ¿podría haber algo más franco, más sincero, que algo que no oculta nada, en lo que “nada está velado” y “todo es lo que es”? Y, sin embargo, cuando algo es así de simple, cuando algo no tiene vueltas, no confiamos, no le creemos. Algo tiene que haber detrás, algo tienen que estar ocultando, de algo se tienen que estar burlando. El error, en realidad, es creer que puede existir algo que no sea “la franca producción de un artificio”; y, a pesar de esto, Miranda! no deja de parecer más un artificio que otras cosas. Quizá la mejor respuesta la dio Ale Sergi hace 20 años, cuando les preguntaron por qué su disco se llamaba “Es mentira”.
-Hay una canción que se llama Mentira, y Juliana quiso ir más lejos y sugirió un chiste a raíz de toda la bola de prensa que se había armado alrededor del grupo. Salían notas periodísticas a favor y otras en contra que decían que éramos un invento. Entonces fue una manera de ponernos en ridículo y seguir creciendo. Miranda! Es mentira; así se lee en la tapa del CD”.
Sea mentira o no, lo cierto es que es un disco maravilloso, y que pocas veces el pop argentino llegó a esas alturas. (Es mentira).