En el suroeste de Paraná, Los Berros, La Cantera y la Cortada 832 buscan superar los discursos que más circulan sobre los barrios populares y mostrar su realidad desde sus vulnerabilidades, vida social y cultural, potencialidades y deseos. Una crónica de Ana Cornejo. Fotos del Proyecto Mapeando Saberes.
El 9 llega hasta el límite de todo colectivo: “donde el asfalto termina”, como cantaba Mercedes Sosa. Lebensohn es una calle de Paraná muy transitada, pero cuando cruza Juan Báez, también llena de tráfico, cartelería y vida urbana, la saturación sonora y visual se empieza a descomprimir. El camino se define por sus árboles y pastizales que dominan los laterales y por las casas tan lindas y caras que sentís que perdés plata de solo mirarlas.
Aún sobre calle asfaltada, la marcha se vuelve más inhóspita. Al hacer 400 metros llegamos a la Escuela Secundaria N°14 Paracao y, pasando unas casas más, un paredón nos amuralla la vista: está cercando la Cortada 832, de viviendas de techo de chapa y ladrillo sin revocar, renaults oxidados y fundidos con el suelo, carteles hechos a mano y muchos perros. Casi enfrente se delimitan unos loteos que, sin casas ni gente viviendo, ya tienen luminaria. Un paralelismo chocante con las necesidades básicas insatisfechas de quienes habitan la cortada.
Puede parecer una comunidad aislada, pero Lebensohn continúa y nos sigue mostrando cosas que, para une universitarie, pueden parecer una exótica otredad que estudiar como si estuviera de safari. Pero las preguntas rondan entre nuestras cabezas: ¿Qué hacemos acá? ¿Por qué no estamos en un aula? ¿Qué queremos hacer con esto que sabemos y esto que desconocemos?
Al seguir el paso y cortar por un camino de tierra nos metemos en Los Berros, que junto con la Cortada 832 y La Cantera conforman tres barrios del suroeste paranaense que comparten vida comunitaria, problemáticas y deseos. No estamos ahí como vecines ni como turistas: pertenecemos al Mapeando Saberes, un proyecto de extensión de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UNER que durante el 2022 realizó un taller junto a la comunidad para relevar y mapear colectivamente las realidades de estos barrios.
Un mapa en potencia
Los Berros es un barrio extenso y disperso geográficamente, que ha sido relevado por el Registro Nacional de Barrios Populares (ReNaBaP). Sin embargo, se trata de un mapa aéreo que marca el territorio con polígonos, siguiendo la línea de la mayoría de los mapas que conocemos, y referencia con un ID la cantidad de familias.
¿Qué representan los mapas? ¿Quién los diseña? ¿Bajo qué criterio ordena su contenido? ¿Qué pasa con lo que no es visible? Muchos autores del campo de la cartografía social problematizan la supuesta objetividad: lo que no se mapea no existe. Y si la realidad alberga múltiples subjetividades, es posible pensar en tantos mapas como formas de percibir, habitar y crear el territorio.
Un mapa de Los Berros puede mostrar los espacios que se comparten y se significan. Las calles son tan angostas que al caminar tenés que irte a un lado para que la carreta pueda pasar. Los merenderos congregan a mujeres y gurises, mientras que se ven muy pocos varones, y cuando están se acercan tímidamente a nosotres que no somos del barrio. Al lugar también lo hacen los perros, gatos, caballos, gallinas, chanchos, pajaritos y la cumbia de fondo. Por otro lado, se puede mapear la dinámica social: las formas en que circula la información, las actividades que se tejen en conjunto, las instituciones que se vinculan.
El Predio Polideportivo y Cultural es un espacio recuperado del Estado Nacional en 2019 mediante comodato, donde durante la última Dictadura funcionaba un centro clandestino de detención, tortura y exterminio. Sobre esa memoria se inscriben nuevas vivencias, ligadas a lo que la comunidad quiere cultivar y proyectar: talleres de tela, comunicación, teatro y percusión, una huerta y una canchita de fútbol. Mucho del contenido sociocultural en la agenda es impulsado por Nuestramérica, un movimiento político con fuerte presencia en barrios populares de todo el país.
El galpón donde se desarrollan muchas de estas actividades ha acompañado a les vecines en su historia: en 2018 las lluvias e inundaciones les obligaron a refugiarse entre sus paredes sin techo, con la unidad de los cuerpos como sostén y resistencia. Aquella vez apenas recibían del Estado un colchón para compartir entre 20 familias, y recurrieron como medida desesperada a cortar las 5 esquinas, una de las arterias principales de la ciudad, para visibilizar la vulnerabilidad por la que estaban atravesando, lo que significó un hito en la lucha social de los barrios.
Ante la exclusión, organización popular
La comunidad tiene una fuerte matriz de asistencia alimentaria, con seis merenderos funcionando en la zona: Lucerito, Nuestros Niños, Multicolor, Dejando Huellitas, Los Peques y La Cantera. Son sostenidos por trabajadores del Programa Potenciar Trabajo y garantizan que les gurises reciban la comida para paliar la situación de vulnerabilidad social y construir vínculos sociocomunitarios. Asimismo, se han insertado distintos emprendimientos para generar trabajo, bienes y lazos cooperativos, desde las huertas Verde Vida, Montecito y Pequeño Mundo Verde hasta la Ladrillera Bien Al Sur y la Bloquera 832.
Les niñes y adolescentes concurren a las únicas escuelas públicas cercanas, que son el Paracao, la Tabaré y la María Rosa Balbarrey. En cuanto a asistencia sanitaria, el único centro de salud es el Kentenich, que se encuentra a kilómetros de Los Berros, totalmente lejano de satisfacer necesidades de les vecines, que en muchas urgencias terminan desplazándose al Hospital San Roque o al San Martín como pueden, porque las ambulancias no ingresan a los barrios.
Desde Nuestramérica se impulsa la organización feminista para generar herramientas y accesibilizar el derecho al aborto y a métodos anticonceptivos. En este sentido, también vale aclarar que la actividad sociocomunitaria de los tres barrios, como suele pasar en el contexto nacional y latinoamericano, es encabezada principalmente por mujeres, a quienes las tareas del cuidado en el hogar se les amplían hacia toda la comunidad.
Les vecines también articulan con otros barrios y organizaciones civiles en torno a temas que conforman realidades comunes, como la violencia institucional, que devino en la tercera Marcha de la Gorra de Paraná que se realizó hace unas semanas.
La Cantera, bien al fondo
Más al oeste, pasando el Cementerio Solar del Río, llegamos a La Cantera, un barrio de pocas familias que debe su nombre a la enorme cantera que se encuentra a pocos metros de las casas, por lo que ver camiones y máquinas yendo y viniendo, respirar el polvillo que se levanta, carecer de servicios de luz y agua y de conexión con el resto de la ciudad se vuelve cotidiano para sus vecines.
El Merendero La Cantera fue creado por Pilar, que junto a su hija Rosita es una de las pocas vecinas y quienes sostienen la asistencia social. Nos guían hacia la cantera, un gran pozo del que se extrae brosa, tierra negra y relleno y que se va expandiendo, marcándole la fecha de caducidad a las viviendas de la comunidad. Una anécdota se repite como leyenda popular: hace unos años se encontraron entre la tierra los restos de una mujer que estuvieron enterrados misteriosamente por décadas.
Pilar y Rosita nos comparten conocimiento sobre el territorio que poseen por haber pasado toda la vida allí, yendo y viniendo por caminos extensos e irregulares para llegar a sus destinos. Es por esta lejanía que el barrio suele estar más aislado de lo que sucede en Los Berros y la Cortada 832, como así también de la vida urbana paranaense.
Esta distancia implica, a la vez, mayor conexión con el ambiente. Les habitantes de la zona gozan de paisajes aún no intervenidos por la urbanización, lo que presenta la posibilidad de desarrollar sus vidas en una relación con la flora, fauna, los suelos, el aire y los arroyos más armónica que la que se da en el centro, como así también de soberanía alimentaria y economía social. Pero esta riqueza del pueblo corre peligro: se habla de negocios inmobiliarios, lo que se ve es el desmonte.
¿Quién se transforma?
El equipo de extensionistas de Mapeando Saberes se conformó desde distintos campos de conocimiento (comunicación social, trabajo social, geografía, ciencias económicas) y trayectorias para conocerse con les vecines, en un encuentro que, inevitablemente, produce transformaciones de todos lados.
Además del saber académico, entra en juego el que se adquiere de vivir en los márgenes de la ciudad, de andar kilómetros a pie para llegar a una parada de colectivo y desplazarse al centro, de conocer en carne propia lo que es no tener para comer, donde dormir, agua, luz, gas o un techo bajo el cual cobijarse.
Estas experiencias, lejos de quedarse en historias de faltas, son cimientos desde los que están construyendo los barrios que sueñan. Hablan de deseos, de trabajo, de lo que puede hacer una comunidad cuando se organiza y puja por un bien colectivo.
A partir de los talleres se están diseñando distintos mapas según lo que se quiere representar de los barrios, como así también una página de Facebook que concentre la información de los grupos, merenderos y emprendimientos y que visibilice hacia el resto de la sociedad paranaense lo que sucede allí. Tras varios meses de trabajo, y de instancias que se han realizado en los barrios y en la FCEDU, notamos que la universidad pública se está volviendo un punto de referencia en sus propios mapas, y que la idea de estudiar una carrera se contempla como opción, a pesar de todas las barreras que aún existen para garantizar el derecho a la educación.
Antes del atardecer volvemos a Juan Báez para tomar el 9 de regreso al centro. De a poco los árboles se vuelven edificios y el cantar de los pájaros bocinazos. Volvemos a la lejanía habiendo movido algo, volvemos ya no siendo las mismas personas.