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Crónicas

El rock de los montes volvió a latir

Villa Ana es un pueblo del norte santafesino que se fundó de la mano de La Forestal. En las ruinas de la fábrica, creció un festival de rock organizado por jóvenes, algunos de los que se quedan a vivir en el pueblo, otres que se fueron pero vuelven para hacer posible el Forestal Rock. Crónica y foto de portada de Diego Planisich. Imágenes de Selene Navarro.

Es noviembre y la noche se abre, todo lo que brilla cae sobre nosotros. Son las 22, acabamos de llegar a Villa Ana, donde el rock ya sobrevuela el pelaje de las ruinas. Todo parece inmenso, incalculable, tanto la historia de la ex fábrica de la Forestal como estos restos, que se parecen a la entraña abierta de un animal que no termina de morir. Ya no suenan hachas ni ruidosos procesos industriales, es el rock de los montes el que hoy convoca e interpela.

“El Forestal Rock está atravesado por esa realidad histórica, por esta realidad del presente y por esa que queremos construir para el futuro”, dice en un audiovisual uno de sus organizadores, Luciano Sánchez. Y agrega: “El arte es un vehículo, la música es un vehículo, que nos congrega; reúne a jóvenes de toda la región”. Me cuenta de las ganas que había de volver a las ruinas, ya que solo en 2014 y 2015 pudieron. En las ediciones siguientes, hasta el 2018 (la última edición), las lluvias llevaron el evento al Viejo Almacén, uno de los tantos lugares tradicionales y emblemáticos del pueblo. 

Mientras conversamos, nos llega el sonido de la primera de las bandas desde Reconquista: La Diego Armando. Diego Chaher, guitarra y voz del power trío, raspa el aire del lugar como un neumático en fuga. Las luces llevan a todos los rincones los primeros retazos de una noche que promete. La gente sigue llegando. 

La historia arranca del presente, comenta Diego: “Del día a día, y por más que nos gustan las bandas que venimos a escuchar, este festival tiene un propósito que es rescatar esa cultura y los buenos mensajes. El rock nos enseña”.  Siguen algunos clásicos de La Renga, Divididos y temas propios. Y entre acordes viene la pregunta: “¿Cómo vinieron… limpios o sucios y desprolijos?” Todo estalla. 

Ya es evidente que este es un lugar de encuentros. Vemos abrazos y risas que llevan años guardados, quizás desde las últimas ediciones. Recorremos el espacio, tocamos esas paredes gruesas, de antaño, pareciera que constatáramos una especie de eternidad. Vamos por unos choris y fernet, el clima no puede pintar mejor. Mientras se prepara la siguiente banda recorremos, saludamos amigos; buscamos un lugar para ranchar.

Arranca Combustión Interna, desde la ciudad de Santa Fe. Riff y Pappo se hacen presentes sobre las tablas y el agite se vuelve a sentir en unos pasitos onda Angus Young que mete el guitarrista. Abajo, entre los mortales que habitan, entre sus pies, empiezan a acopiarse algunas latas y vasos vacíos: los perros hociquean, buscan zafar el día. 

Villa Ana se encuentra a poco más de 100 km de la ciudad de Reconquista, capital del departamento General Obligado, en el Norte Santafesino. Este pueblo se fundó en 1910, junto a la instalación de la transnacional La Forestal S. A. Esta explotaba el quebracho colorado extraído de los montes, a través del que se obtenía el tanino, un producto clave para el curtido de cueros. Esto sucedió durante aproximadamente 50 años, hasta que la empresa cerró. Una de las preguntas que nos hacemos, recuerda Sánchez, es: “¿Cómo se sigue con lo que quedó?”. Y la respuesta está a las claras: “El Forestal Rock es un evento de rock pensado, creado y llevado adelante por jóvenes de Villa Ana. Nosotros no decimos que hay que añorar el pasado, decimos que hay que repensarlo”.

En las alturas, donde las paredes tocan el cielo, brota vegetación. Como si fueran gárgolas de antiguos edificios europeos, las ramas se vuelcan sobre la concurrencia, sobre este campo interno, se revelan como la mismísima historia en la que han echado raíces. Y bajo ellas, comienza a sonar la banda local Dos veces. Hay hinchada y hay aguante, el rock de los montes fluye en sus propias venas.

Continua llegando gente, siguen apareciendo abrazos. Hay una brisa que se entiende con cada uno de nosotros y se queda, nos hace la vida un poco más fácil entre tanto casi verano. Desde los lugares que ocupa la organización se puede notar el compromiso y todo el peso del evento en sus espaldas. Hay festival y es gracias a ellos, a esas diez personas que se han mantenido unidas en el paso del tiempo.

“Somos diez personas fijas, después hay algunas que van y vienen, que se suman en un año y otros en otro. Acá hay un tema que es el de la constante emigración, se dificulta para algunos jóvenes la permanencia en el pueblo. Algunos se van por trabajo y otros por estudio”, relata Guillermo Sánchez, otro de los organizadores. Cabe destacar que quienes integran este grupo organizador son jóvenes nacidos en Villa Ana, algunos viviendo allí y otros que viven en otros lugares, y que a la hora de trabajar, tarde o temprano y de una forma u otra, se vuelven a encontrar.

Desde la provincia de Chaco, Rima con tu vieja remera –que sorprende a muchos de nosotros que la escuchamos por primera vez–, arrasa. Su potencia y originalidad nos llevó a pasear por el rock y el funk, haciéndonos volver por momentos a algunas épocas de Illya Kuyaki and the Valderramas. La música de estos chaqueños daña cualquier tristeza, si hasta creo que curan un poco.

Nuevamente desde la perla del norte, otra formación de Reconquista, Como Yunques, que más acertadamente no pudieron empezar, ya que lo hicieron con uno de sus clásicos: “Cual es el camino, cual es la bandera que tienes para ofrecer…”. Y acá íbamos en la noche, de banda en banda y por la vida, preguntándonos lo mismo. 

Cerca de las tres de la mañana árboles y colores empezaron a crecer a nuestro alrededor y en el escenario: La Limitada Reggae Corporation entró a desplegar su mejor reggae y con una puesta audiovisual realmente hermosa. Sus armonías y voces nos cubrieron como un manto.

Entre las grandes paredes que alguna vez temblaron con otros oficios, el rock de los montes ya iba siendo el mejor de los recuerdos de muchos y muchas que, en esa noche, movieron sus cabezas en una danza roquera e inolvidable. “A mí Villa Ana me atrae desde hace muchos años, porque mi compañera de estudio era de acá y yo venía a estudiar los fines de semana con ella; recorríamos estas ruinas y ahora, con todo el impacto que tuvo este proyecto, es hermoso verlas así y que esto suceda en un lugar tan cercano. Estas ruinas son hermosas para recuperarlas y darles vida”, nos cuenta Sonia Bianchi, una de las tantas asistentes que vinieron desde Reconquista y quién se quedó hasta el final para oír a Bendito Piojo, reconocida banda tributo a Los Piojos.

Sonaba el cuarto o quinto tema de esta gran última banda cuando decidimos irnos con Dani, mi buen amigo que aquella noche decidió acompañarme y que se volvió más que contento. Es que cuando el sueño y el cansancio aprietan hay que ceder un poco. Esa noche charlé con mucha gente, amigos y amigas que hacía rato no veía. Este festival tuvo un gran empuje, tanto de quienes apenas se enteraron de la fecha y empezaron a apoyar, como de la gestión comunal, que hizo una gran apuesta incluyendo, finalmente, al Forestal Rock en la agenda cultural de Villa Ana, dándole lugar así como al reconocido Festival del Quebracho Colorado. 

Hay algo con lo que volví esa madrugada, algo que Luciano dejó repicando en mi cabeza: “Las sensaciones que tengo tienen que ver con esto de volver a retomar, siento que es como si fuera la primera vez”. Y pienso en cómo la historia se encarga de estas cuestiones, de las propias y las ajenas, que en definitiva vendrían a ser la misma cosa que nos atraviesa y despierta, y nos declara en un nuevo e interesante comienzo.