Vehiculizada a través de canciones, videos o tuits, la obra de Rorro atraviesa diversos tópicos que hacen a la experiencia de ser humano en el siglo 21. Humor e ironía, tecnología y redes sociales, amor y citas en la era del like: Octavio Gallo charla con él sobre su arte y sus proyectos a futuro.
El primer video de Poxyclub, el legendario dúo de Rorro Casas y Mate Yaya, es “Flaca, comprate un Blackberry” y fue publicado en 2011. En el mismo, una cita romántica se desarrolla con normalidad hasta que la chica saca lo que parece ser un Nokia 1208 (mi primer celular <3) y, entonces, es reprendida por su pareja, que le recomienda que se compre un Blackberry.
Ya pasaron 13 años de aquella canción, y algunas cosas cambiaron -hoy sentimos que un video en 480p, que en aquel entonces era la mejor definición posible en Youtube, se ve mal, y líneas como “chequear mensajes por BBM, jugar a Brickbreacker en la clase” son casi prehistóricas-, pero la carrera de Rorro siguió buceando las mismas aguas: el humor y la ironía, la tecnología y las redes sociales, el amor y las citas. A lo largo del tiempo, además, fue profundizando la mixtura entre música, video y plataformas, y ejercitando diversos lenguajes para expresar su arte.
El mundo hoy se mueve bajo el paradigma de la conectividad, en el que lo que importa ya no son las cosas sino las relaciones entre las cosas, las fronteras se difuminan y la realidad estalla en un sinfín de fragmentos. Rorro lo entiende mejor que nadie, y se ha construido como un verdadero artista multimedia, que hoy puede sacar una canción, mañana producir un video, pasado mañana tirar cinco tuitardos y al otro día vender sus propias remeras, sin perder jamás el sentido artístico. Enfocado hoy principalmente en la producción y el humor -aunque piensa seguir sacando música, porque “su proyecto es para siempre”-, charlamos con él sobre sus proyectos actuales y futuros y reflexionamos en torno a algunos interrogantes que dispara su obra.
—¿Cómo arrancaste el año, Rorro? ¿En qué momento artístico te encontrás?
—Sigo haciendo música, pero también estoy trabajando para una productora haciendo un programa de humor, y pronto voy a sacar mi segundo programa de humor. Enero fue un mes muy tranquilo, estuve más que nada editando lo que hice en diciembre, porque mis actrices se fueron de vacaciones.
—Son las Milipilis, ¿no?
—Sí, una es Mili y la otra es Pili. Empezamos en marzo del año pasado en una productora que tenia cero seguidores y hoy ya alcanzó 50 mil, un montón.
—¿Y el nuevo programa de qué se trata?
—Se llama “Aliades”, y lo vamos a hacer con Juli Tarrab y Juan Laino, dos actores. Se trata de hombres explicando el feminismo y básicamente se ríe de los aliados, de la gente que toma este rol con el objetivo de acercarse a las mujeres. Estamos viendo por qué productora va a salir.
—¿Por qué este último tiempo te fue llevando más para el lado del humor?
—Tengo una conexión con el humor muy de pendejo. Era el payaso de la clase, dibujaba pijas en cada vértice del pizarrón, ponía petardos, viste que les ponés un pucho a los petardos y tardan en explotar. De chico siempre hice eso, y después llegó Poxyclub, que era un dúo que, si bien para mí lo fuerte era que la música estaba buena, también te hacía reír. Yo seguí haciendo música, me alejé un poco del humor, y en cierto momento me di cuenta de que la música no me estaba rindiendo económicamente. Entonces me llegó la propuesta de una productora, A la estratósfera, de hacer un programa de humor, y me cerró por la libertad que me dan. La verdad que la química con las actrices funciona muy bien, sacamos muchos videos virales. El humor siempre fue lo que me dio de comer. Creo que uno tiene que encontrar un equilibrio entre lo que le gusta, lo que tiene talento y lo que la sociedad le está pidiendo que haga, y el humor reúne esas cualidades.
—Toda tu obra tiene una fuerte carga irónica, incluso tu música. ¿Sentís que de algún modo estás condenado al consumo irónico, por así decirlo? ¿O es algo que te cae bien?
—No, me cae bien. Me gusta. Si bien yo vivo del humor, no me considero humorista ni a palos. Si decís que sos humorista, entonces vas a ser un poco menos gracioso, porque la gente dice “bueno, este quiere hacer humor, su intención es hacernos reír”, y se pone medio defensiva. Yo soy artista, poeta, lo que mierda quieras. Trabajo de realizador audiovisual, productor musical y cantante. Y después, en relación a lo de sentirme relegado al consumo irónico: me chupa un huevo. El humor bien hecho puede hacerte cambiar la manera de pensar, es vehículo de ideas muy profundas. Me gusta también que siempre en mis videos hay un grupo de personas que dice “che, pará, ¿esto es en serio? ¿Son tan hijos de puta?”. Y hay otro grupo de personas que se caga de risa y entiende de toque,
—Es todo un tema ese, el de la intención con la que se hace algo. Hay gente que está todo el tiempo con eso en la cabeza, ¿no? Y frente a cualquier cosa que ve dice “pará, ¿esto con qué intención se hizo? ¿Es posta o es en joda?”
—Sí, sí. Odio tener que explicar que lo que hago es humor. Muchas veces me ha tocado decirlo, pero lo odio. Es un video, boludo. Interpretalo vos. Voy a decir algo muy creído, pero el artista nunca tiene que explicar la obra. Para eso están los galeristas y los curadores.
A lo largo de su carrera, Rorro ha diseñado una imagen tremendamente definida de sí mismo, o, lo que es lo mismo, un personaje. Vivimos en una época paradójica, en la que la construcción de una identidad virtual (artificial) jamás estuvo tan a mano, y, sin embargo, hay un enorme mandato de autenticidad. Se nos exige ser auténticos y reales todo el tiempo, pero el modo en el que se expresa esa autenticidad es a través de un artificio.
Al igual que en la vida real, detrás de este proceso de construcción de la identidad personal está la siempre terrible mirada de los otros; pero, en las redes sociales, esa mirada es una mirada expandida, panóptica, que deja un registro preciso, en sus dos variantes: el visto o el like. “Algunos vistos se pagan caro, y vos vas a pagar like por like”, canta Rorro en “Like x like”, y en su fantástico cover de “Every breath you take” actualiza al siniestro observador oculto de la canción de The Police, que hoy cuenta con una batería de herramientas nuevas para facilitar su tarea: “Cada post que hacés, cada like que des, cada perfil que entrés, cada clic que hacés, yo te stalkearé”.
—Tu arte tiene un gran hilo conductor, que es la fuerte presencia de las redes sociales. Siento que ponés sobre la mesa un montón de transformaciones que está habiendo en el amor, y en las relaciones sociales en general, producto de las redes. ¿Qué análisis hacés en relación a eso?
—Es así. Antes que nada, yo soy fanático de la tecnología. Estoy muy informado sobre inteligencia artificial, sobre los nuevos productos de las compañías más grandes del mundo, sobre las nuevas startups de Silicon Valley. Yo tengo 32 años, y como millennial, básicamente somos la generación de las redes sociales. Nosotros las adoptamos, como generación elegimos ese medio para comunicarnos, y obvio que cambiaron las relaciones sociales un montón. Persona que no likeás cada tanto, y no la ves, se va alejando de tu vida. O cada tanto empezás a revisar a ver a quién seguís, decís “a este no lo veo hace mucho, a ver si me sigue siguiendo”, y te das cuenta que no te sigue y lo dejás de seguir. Lo mismo con la cultura del levante: de OK Cupid pasás a Instagram, de ahí a Whatsapp, te vas acercando. Cada red social tiene un estilo, cuando uno entra está esperando ver cierto tipo de contenido. En Twitter uno quiere leer, ver noticias, humor; en Instagram quiere ver en qué andan sus amigos, qué hay para hacer ahora; en Tik Tok quiere ver bizarreadas, conocer gente, porque el algoritmo favorece mucho que te aparezcan videos de cualquier lado o de gente que no conocés. Cada red social tiene su personalidad y ya se volvió parte de mi manera de pensar; a veces cuando escribo letras ni me doy cuenta que estoy escribiendo sobre redes sociales.
—Claro, forma parte de tu vida cotidiana.
—Sí, sí, sí. Yo las apoyo, me parece que mejoraron el mundo. Pienso en los amigos que me hice gracias a redes sociales, o cómo logré dar a conocer mi arte. Y tiene también su lado negativo, porque uno se vuelve muy esclavo de los likes. Uno chequea, y chequea, y chequea, y al final perdiste horas viendo si te likearon ese posteo o no. Está bueno ponerse límites, para tener un consumo más sano. Y hay otra manera, especialmente para la gente que labura o es influencer, que es tener un teléfono para el uso diario, para WhatsApp, laburar y conectarte con tus amigos, y otro para subir los posteos. Entonces cuando uno sube su posteo queda en el otro dispositivo, y no empezás a fijarte cuántos likes tuvo, si le fue bien o mal. Eso te caga un poco la cabeza, yo he posteado muchas cosas y vi que no estaban performeando y las bajé, pero como artista no me enorgullece para nada. Es una señal de que sos un cobarde.
—Está bueno esto que decís en relación a como influye la mirada de los otros, de la sociedad.
—Sí, sí. Nacimos en una generación en la que la mirada de los demás está muy presente y se expresa concretamente en la cantidad de interacciones. Antes la gente te miraba y uno dudaba si le habría gustado o no, pero ahora está muy claro, muy expreso. Vio la story pero no me likeó; o normalmente me likean 800 personas este post, pero ahora me likearon 200.
—¿Tenés los Apple Vision, o los pensás tener?
—Sí, tengo un par.
—¿Y te gustan?
—Le di uno a mi perro, le di otro a mi empleada, estoy probando. Antes de usarlo yo, quiero ver que no te destroce la cabeza. Na, estoy jodiendo, pero me parece muy interesante la propuesta. Con el celular estamos mirando para abajo, esto puede llegar a ayudarnos a mejorar nuestra postura como humanos, me parece súper interesante.
—Ahora salió un software de inteligencia artificial de video.
—Sí, Sora, de Open AI, que es de texto a video.
—¿Te gustaría usarlo para tus videos en el futuro?
—Sí, definitivamente. Estoy esperando que mejore un poco la calidad. Cuando lo empecé a usar dije “listo, voy a hacer explotar el Banco Central”, y puse “Banco Central de Argentina explota” y no funciona tan así, no hace que un objeto mute hacia otra cosa, sino que le da movimiento, paneos, hace que llueva o sea de noche, se acerca o se aleja, aplica efectos. Son cosas más estáticas. Igual también le dije “Lamborghini volcada, prendida fuego” y me lo agarró. Tenés que saber hablarles. Pero definitivamente lo voy a usar, porque uno puede grabar todo un video pero de repente dice “che, me faltó que haya un globo aerostático en la última toma” y lo agregás.
—Ya que mencionás el tema del Banco Central, es una época muy politizada. Poxyclub hablaba del macrismo y el kirchnerismo, y Milei creo que tiene un poco de cada cosa. ¿Qué vibra le sentía al gobierno de Milei?
—Yo no tengo partido, no me corresponde. Pero te voy a decir esto: “Fiesta en el búnker del Javi, baby”.
—¿Cómo es el proceso creativo de tus tuits? ¿Se te ocurren en el momento y tuiteás, o tenés como un banco de ideas?
—En 2016 hice un video que se llama “Todo el mundo con el mismo puto corte de pelo”, que mostraba como todos estaban usando el fade a los costados de la cabeza. Yo ya tuiteaba, pero antes me sentaba a escribir tuits, y después de ese momento dije “ah, okey, a la palabra la domino”. Y desde de ese momento los tuits empiezan a venir a mí. Es como que estoy mirando algo, caminando por la ciudad, y me sale el tuit directo de la cabeza. Ahí lo escribo en mis notas, lo dejo madurar un poquito, después lo vuelvo a ver y lo subo.
En las canciones de Poxyclub la ironía era más evidente; en su carrera solista (a excepción, quizás, de “Amor bien rico” o “Punta del Este Trap”, que son sus temás más Poxyclub), Rorro la lleva al extremo, volviéndola a veces imperceptible. Muchas personas no entienden esta operación: “¿esto es en serio o es en joda?”, se preguntan, mientras los hilos están ahí, enfrente suyo. En una era en la que todo debe tener un significado unívoco, en la que nunca pueden quedar preguntas sin responder, la actitud de Rorro confunde, perturba. Frente al mandato de autenticidad, decide redoblar la apuesta y eleva su artificialidad a la enésima potencia. Rorro no rompe personaje jamás: él es su personaje.
En un texto académico del 2005 que encontré por casualidad en uno de mis tantos surfeos nocturnos por la Internet, el filósofo Francisco López Corral decía sobre Miranda!: “Las letras son tan superficiales como concretas. La originalidad y la metáfora son sacrificados por los clichés y lo llanamente coloquial. No hay significación oculta. No hay significación más allá de lo que se escucha y de lo que se ve. Nada está velado. Todo es lo que es”. Y, finalmente, reflexionaba: “La autenticidad de Miranda! descansa en la franca producción de un artificio, incluso jactándose de ello. […] ¿Es en serio? ¿Es una sátira, o lo hacen de verdad? […]. Permanece latente la sensación de un engaño, del cual se espera (en vano) su resolución. El gag que defina la paradoja. Pero el gag no llega nunca, sólo la respuesta implícita, ambigua, que juega como la paradoja del mentiroso: estamos mintiendo, esto no es serio, es una fantasía, un montaje”.
La idea es interesante, porque, ¿podría haber algo más franco, más sincero, que algo que no oculta nada, en lo que “nada está velado” y “todo es lo que es”? Y, sin embargo, cuando algo es así de simple, cuando algo no tiene vueltas, no confiamos, no le creemos. Algo tiene que haber detrás, de algo se tienen que estar burlando. El error, en realidad, es creer que puede existir algo que no sea “la franca producción de un artificio”: todo es, siempre, fantasía. Todo es, siempre, montaje.
—Hay un texto de Boris Groys que se llama “La obligación del diseño de sí”, y habla del lugar central que ocupa el diseño de uno mismo en la sociedad actual, y de cómo uno puede diseñar su propia persona o personaje, y exponerla de cara a la sociedad. Dice el texto: “En su momento Joseph Beuys dijo que todos tenían derecho a verse a sí mismos como artistas. Lo que se entendía en ese momento como un derecho se ha convertido hoy en una obligación. Mientras tanto, estamos condenados a ser nuestros propios diseñadores”. Siento que vos sos uno de esos casos de personajes que se diluyen y en los que se termina confundiendo mucho la persona con el personaje. ¿Cómo tramitás eso? ¿Qué piensa Rorro de Rorro?
—Bueno, abriste muchas aristas. Primero, sí, uno se diseña a sí mismo y diseña el entorno. Y uno tiene que diseñar el entorno para que las cosas que le hacen bien a uno sean más fáciles, para que las batallas sean más fáciles de ganar. Y después, sí, es como vos decís, el personaje y la persona están muy entreverados, y no sé si los tengo que dividir del todo. Por supuesto que si hago una performance nunca hay que romper personaje, en eso soy un performer. Pero no sabría decirte qué piensa Rorro de Rorro. Yo, si fuera por mí, trataría de ser un personaje siempre, porque lo otro es el resabio de la sociedad, de las cosas que implementan sobre uno, y el personaje es algo más original, creado por uno, elegido por uno. Pero bueno, uno no puede ir al banco y estar en personaje.
—Está buenísimo lo que decís, porque es lo opuesto a lo que se suele creer. Vos decís que el personaje es más auténtico que la persona.
—Sí, para mí sí, es más auténtico el personaje que la persona. Pasa que el personaje tiene que ser complejo, no es algo fijo. Puede hablar de su dolor, de repente. A la gente le cuesta, le molesta a veces. A mí no. Entre artistas eso no molesta casi nada. Podés estar hablando todo el tiempo en joda y estar hablando en serio en realidad, y que te entiendan a la perfección. Estás comunicando igual de bien, o mejor.
—¿Cómo te llevás con el ecosistema musical actual? ¿Cuáles son tus artistas favoritos?
—La verdad que me llevo muy bien. Yo escucho trap desde el colegio, desde el 2008. En 2014 fui a vivir a Nueva York y decía “yo escucho y hago trap” y me decían “¿what?”. No conocían el género, ¿entendés lo que te digo? Y en 2016 ya todo el mundo lo conocía. Eso habla de la velocidad de la cultura en estos tiempos. Con respecto a mis favoritos nacionales, me encanta Ca7riel, El Doctor, Dillom me gusta mucho, no me gusta que se haya politizado tanto, pero me gusta. Bueno, Duki, obvio, me parece un crack, Neo Pistea me parece un crack, Taichu me parece una genia, es la mejor artista femenina de Argentina. Nathy Peluso me gusta, Cazzu me gusta. De afuera me gustan Bad Gyal, Anuel AA, Bad Bunny es un capo.
—¿Te propusiste proyectos para el 2024 cuando empezó el año?
—Sí, me propuse tener tres programas en vez de uno, mejorar mi salud mental, que es algo de lo que no se habla mucho pero hay que tener presente. Y después seguir sacando música. Por más que ahora esté como en segundo plano, mi proyecto es para siempre. También voy a hacer unos shows en vivo, streameados. Tengo programada una entrevista de las Millipilis con Paco y Ca7riel en mayo, me parece muy importante. Quiero hacer un screening, hacer un evento y mostrar en una pantalla grande los mejores videos de Millipili News desde que empezamos, y que sea un momento de encuentro. Esos son mis objetivos, estoy muy abierto también al año. Las expectativas bajas, siempre.
—Muchas gracias por la charla, Rorro. ¿Querés agregar algo?
—Sí: el feed justifica los medios.