La cumbia santafesina tiene más de 50 años de vida y una genealogía muy difícil de rastrear. Discoteca Tropical Santafesina es un blog que busca preservar y difundir su historia, y ofrece las discografías completas de más de 500 grupos. Octavio Gallo charló con Chiche DJ, uno de sus administradores.
Hace un tiempo, en una de mis excursiones nocturnas por los confines de la Internet –una de mis actividades favoritas- me topé con una joya llamada Discoteca Tropical Santafesina. Todo en ella me atrajo inmediatamente: su estética abigarrada y sobrecargada, su enreverada y a veces incomprensible ramificación en páginas y sub-páginas, los nombres de sus administradores y colaboradores (“El genio”, “Chiche DJ”, “Abelito xD”) y, por sobre todas las cosas, su profusa y completísima biblioteca de discos de cumbia santafesina de todas las épocas y todos los estilos, liberada para su descarga.
Cuando yo lo descubrí, el blog estaba organizado en dos grandes categorías: por un lado, los grupos con guitarra, y por otro, los grupos con acordeón. Dentro de cada uno se podían hallar obras de más de 200 bandas, casi todas ellas con sus discografías completas. Una verdadera Biblioteca de Alejandría de la cumbia santafesina, un género que, debido a la copiosidad de las grabaciones y a la falta de preservación de muchas de ellas, es particularmente difícil de rastrear. Hoy en día, el blog que yo conocí se partió en dos: está el de guitarra, dividido a su vez en bandas santafesinas y bonaerenses, y el de acordeón, dividido en bandas de Santa Fe Capital y del interior de la provincia.
Pero el ecosistema no termina ahí. Está también Cumbiasantafesina2019, Baúl Santafesino, Cumbia y algo más, A toda cumbia, y muchos otros blogs repletos de gifs animados a los costados y chats en los que la gente hace pedidos: “Hola podras subir masterizado Los Del Malaga Olvidate 1989 gracias”; “Hola podran subir el de YULI Y LOS GIRASOLES AMAME Masterizado”; “Hola podrás subir La Coco Band – Dale 2012”.
La experiencia es como viajar en el tiempo. Descargar discos por Mediafire o Mega lo retrotrae a uno, invariablemente, a la época de Taringa!, y una lágrima se desliza por la mejilla del viejo forero al recordar a Megaupload y Rapidshare, soldados caídos en batalla. Pero, además, está la experiencia del blog, que marca probablemente la época dorada de Internet. La periodicidad con la que se subían los contenidos –aunque todavía no existía ese horroroso concepto- era regular, pero no corría detrás del frenético minuto a minuto de las redes sociales; se entendía que todos tenían una vida más allá del blog. Eso permitía, además, una relación más amena entre mutuals, que se asemejaba más a lo epistolar. Uno entraba cada dos o tres días y charlaba con ese nick que tan bien le caía (sin saber de dónde era, ni cuántos años tenía, ni de qué trabajaba) y después se olvidaba, y cuando volvía a saber de él esbozaba una sonrisa: “eh, ¿cómo andará CapitánDelEspacio?”.
Había blogs buenísimos, con gente muy interesante escribiendo sobre cosas muy interesantes, sin límites de espacio. Las comunidades que se generaban al interior de los blogs eran comunidades sanas y amigables, con dinámicas alejadas de la violencia hoy tan frecuente en las redes sociales, en las que garpa ser polémico todo el tiempo. Si aparecía un troll, no era más que un bot que ofrecía alguna estafa, y podía ser simplemente ignorado. Además, la conversación se daba en los comentarios de una entrada determinada, es decir que siempre se hablaba de algo. El referente estaba en otro lado, y el debate se armaba alrededor de ese referente; y si el blog ya había generado una comunidad lo suficientemente sólida, el referente se iba desvaneciendo a lo largo de las horas, pero la charla seguía fluyendo, ya bajo el libre albedrío de los interlocutores, hasta la publicación de la siguiente entrada.
De todos modos, la de Discoteca Tropical Santafesina es una comunidad silenciosa, que no gira alrededor de la conversación o el debate, sino pura y exclusivamente de la música y de su escucha. El desarrollo colosal de Internet, contrario a lo que parecía sugerir en sus inicios, ha provocado un efecto ambivalente y no tan alentador. Por un lado, su extensión cada vez más y más amplia y ramificada parece haberlo atrapado todo, sin que nada quede afuera, y esto vuelve a la realidad que se extiende frente a nuestros ojos algo inabarcable: nunca nos va a alcanzar el tiempo para ver, leer y escuchar todo lo que Internet nos puede ofrecer. Por otro lado, el triunfo de las plataformas y sus algoritmos como ordenadores de nuestros consumos (y de nuestros modos mismos de consumir) ha acotado nuestra autonomía y nuestra capacidad de elegir: Internet es, en efecto, inabarcable, pero siempre terminamos viendo lo que nos ofrece el inicio de Netflix.
Frente a esto, comunidades como la de Discoteca Tropical Santafesina siguen ahí, en la suya, sin hacer mucho ruido y sin someterse a las lógicas de las grandes plataformas, haciendo circular la cultura y la información de manera libre y gratuita. “Nosotros siempre lo hicimos por amor a la música y a la difusión que se merecen los músicos”, me cuenta Chiche DJ, con quien me encontré en la Plaza de las Banderas para charlar de las idas y venidas del blog, sus pesquisas sobre la historia de la cumbia y su idea de la santafesinidad.
—¿Cómo empieza tu relación con la cumbia?
—Yo, siendo de clase media, nunca había tenido contacto directo con la cumbia de los barrios. Mi vieja sí, de hecho Juan Carlos Denis, de Los del Bohío, vivía a unas cuadras de su casa, pero mi viejo siempre nos había inculcado rock, folklore, tango, chamamé. Y en el 2000, 2001, cuando yo tenía 15 años, fue el boom de la cumbia santafesina, que dejó de ser marginal y de estar solo en las vecinales y empezó a llegar a los boliches y, diez años después, a los teatros. De golpe un tipo que estaba cantando en la casa para el barrio o para la familia pasó a cantar en toda la ciudad, para los pibes de otras clases sociales. Fueron Mario, Leo, Coti, Cali, fueron todos esos monstruos. Fue fuerte, explotó en todos lados. Por suerte la cumbia pudo romper las barreras sociales, como lo hizo en su momento el tango.
—¿Y vos cómo viviste ese proceso?
—Yo en un momento sentí que no sabía nada. Dije “soy de Santa Fe, me gusta la cumbia, conozco algunos grupos, pero en el fondo no sé nada”. Yo estudiaba comunicación, y entonces empecé a investigar para armarme una genealogía, como le dicen ahora. Pero no había nada. Estaban los discos, pero ni en los discos decía quiénes eran los músicos, estaban las caras de los tipos y vos decías “¿quiénes son?”.
En “Las vecinales”, Yuli y los Girasoles enumeran todos los clubes en los que solían tocar en la época en la que nacía el género.
—Sí, yo siento que la cumbia es más difícil de rastrear en ese sentido que, por ejemplo, el rock. Hay menos información. Por eso también me resultó tan interesante el blog.
—Sí, claro. Y bueno, en esa época empezaron fuerte los blogs y la piratería, porque era imposible comprarse un disco. Nosotros usábamos el Ares, Megaupload, todas esas páginas que después levantaron. Y di con un blog de un vago de Paraná que subía cuarteto y cumbia de todas las épocas, y empecé a colaborar con los pocos discos que tenía.
—¿De dónde los habías sacado?
—A veces eran prestados, a veces me iba a la Plaza del Soldado a comprar los truchos. También armé muchos discos con el Ares, me bajaba tema por tema y los armaba.
—¿Esto en qué año era?
—Y, era 2010, 2011. Después, así como yo, empezaron a aparecer un montón de colaboradores de todo el país. Y en un momento el vago nos preguntó si queríamos manejar el blog nosotros, porque él estaba con su otra página de cuarteto, y nos lo pasó, a mí y a otro pibe que yo ni conocía. Un día se nos borró toda la página, todos los discos, porque entró un virus, o no sé. “¿Qué hacemos?”, dijimos, “y bueno, vamos a hacer un blog nuestro”. Ahí nació A toda cumbia, que era un lío, porque mandaban cumbia de Chile, mexicana, de todo. A nosotros nunca nos interesó el lucro. Todo lo que compartimos, lo encontramos investigando y lo liberamos, por más que nos haya llevado un montón de tiempo de trabajo, que no es gratis. Yo he pasado años en la computadora, tenés que ser obsesivo.
—Sí, me imagino. Y detrás de eso hay una voluntad de difundir, de que circule la cultura, sabiendo que vos también conociste las cosas de esa manera.
—Claro, exactamente. Y más que nada como santafesino, porque la mayoría de la gente que entra y baja discos son gente de otro lado, que nos admira a nosotros los santafesinos. El mundo de los blogs ahora está medio en decadencia, la gente usa las redes sociales, pero sigue vivo todo ese mundo. El coleccionista busca las cosas que no están en ningún lado, y están en los blogs.
—¿Y entonces cómo siguió la historia del blog?
—Bueno, mi amigo que manejaba A toda cumbia era un despelote, entonces aprovechamos para dividirlo en varios blogs. Y así fue. Llegó un momento en el que tuvimos más de 500 discografías, porque yo también me puse en modo historiador de la cumbia, y así pude saber cómo surgió la cumbia, cuáles fueron los primeros grupos. Mi amigo se encargó más de lo que es cumbia de guitarra: Los del Bohío, Los Lamas, Los del Fuego, Los Nobles. Y yo me encargué más de los grupos con acordeón o teclado.
—¿Tienen una biblioteca física, o es todo digital?
—No, físico no hay nada. En mi época había que buscar la música, era un laburo. Entonces yo lo que hacía era ir a la casa de un amigo y manguearle los discos que tenía, me los bajaba a la compu y se los devolvía. Después tuvimos que aprender a descargar, a limpiar la marca de los tipos con edición. Es un laburo bárbaro.
—¿Y se han caído muchos links?
—Sí, se cayeron un montón. Tuvimos que resubir todos los links por un virus. Pero bueno, tenemos un montón de colaboradores. Hay muchos grupos desaparecidos, que no les importan a nadie, pero capaz hay alguien que le gusta. Nosotros no necesitamos pisar las cosas, poner un nombre. La estrella son los artistas, nosotros somos difusores.
—¿Y por qué les parece importante preservar, difundir y poner en circulación toda esa cultura?
—Y, porque te vas metiendo y cada vez querés saber más, y compartir más. Tenés que tener ese bichito que te vaya motivando, la famosa zanahoria. A mí me pasó por identidad, por decir “soy de Santa Fe y quiero saber”. Por eso investigué, tengo como 500 páginas escritas, se puede convertir en un libro. Pero bueno, tenés que ser un enfermo.
—¿Escribiste una historia?
—Sí, la fui ordenado por décadas y por grupos. Tenés que ser un obsesivo, yo me apasioné, hubo años que no hacía otra cosa. Nunca termina de aparecer la información. Después, con todo esto que empecé a investigar todo, me di cuenta de que yo siempre me sentía lejano, pero la hija de Darío Zanco iba conmigo a la escuela; el hijo de Cacho Deicas terminó yendo conmigo a la facultad; mis tíos fueron plomos de los Cartageneros en los 80, Cacho Ramírez vivía a la vuelta de lo de mi tío. Santa Fe es un pañuelo, si no te encuentro en una esquina te voy a encontrar en la otra.
—Hablemos un poco de la historia. ¿Cómo nace la cumbia?
—Acá al principio en los bailes o las vecinales podían tocar grupos de cumbia siempre y cuando haya también una orquesta popular, que tocaba valses, tango, folklore, chamamé, una mezcla de todo. Además tenías que tener un título que dijera que eras músico, sino no podías tocar. Los primeros bailes en Santa Fe fueron en los 60. Las primeras orquestas hacían una cumbia primitiva, con las letras hablando de paisajes y cosas de Colombia. También Chico Novarro, que es de Santa Fe, hizo El orangután, medio en joda, en el Club del Clan. Después apareció un tipo que fue Alberto Toto Fernández, un acordeonista de la Orquesta Santa Cecilia, que ahí es donde empezó a cantar Yuli, de Los Girasoles. Es el padre del Fernández que fue acordeonista de Grupo Alegría, y que es uno de los pocos reparadores de acordeones en Santa Fe. Bueno, el padre fue profesor de todos los acordeonistas de Santa Fe: le enseñó a tocar a Marcos Camino de Los Palmeras, a Darío Zanco del Grupo Cali, al de Los Cumbiamba, a todos los que armaron los primeros grupos en la década del 60.
—Un grosso.
—Y lo que siempre tuvo de bueno la cumbia santafesina fue que nunca hubo gente desleal. Entonces, por ejemplo, armaban un grupo y el acordeonista decía “bueno, estuve diez años tocando acá, quiero armar lo mío”, “bueno, andá, yo te voy a apoyar”, le decían. Eso siempre fue espectacular. La música no es competencia, porque la competencia es del capitalismo, la música es cooperativa. Vos no competís a ver si el otro canta mejor que vos, porque son diferentes, y hay público para todos. Otra cosa diferente es la plata, ahí hay mucho menjuje. En los grupos siempre las disoluciones y las peleas son por plata.
—¿Y en ese momento las formaciones eran como ahora?
—Ahora se puso más numeroso. Al principio era guitarra, bajo, timbal y conga, y el que cantaba tocaba el güiro. Y con acordeón lo mismo. Después se fue agregando tumbadora, trompeta.
—¿Y por qué la cumbia se da en Santa Fe particularmente y no en otros lugares?
—Cada lugar siempre tuvo su idioma. Acá en el llano, por ejemplo, el chamamé pegó en Corrientes, la chamarrita en Entre Ríos, pero Santa Fe no tenía un idioma propio. Y bueno, pegó la cumbia, y de repente levantabas una baldosa y salía un músico de cumbia. Y después se volvió identidad. Y después, una industria. Hoy muchas familias viven de eso. En los 90, 2000, había cien o doscientos grupos por año. Hoy en día, la economía hizo que desaparezcan un montón de grupos, porque es muy difícil solventar un grupo de música.
—Decís que la cumbia arrancó en los 60 y en los 90 fue el boom, ¿qué pasó en el medio?
— Bueno, ese fue el camino de la cumbia, de los barrios al centro. Y se fue convirtiendo gradualmente en una identidad. Ahí aparece Chani también, que fue importante. Fue uno de los primeros productores, que los llevó a Los Palmeras a Buenos Aires a grabar al estudio ION. El tipo era un correntino que tenía una disquería, hipotecó la casa un montón de veces para poder llevar grupos a grabar a Buenos Aires. Y así los barrios se fueron profesionalizando, siempre con profesores que daban clases y compartían sus tips, porque la cumbia, como cada idioma musical, tiene muchos tips, cosas que tenés que saberlas y no se estudian.
—O sea que primero se grababa en Buenos Aires, después se empezó a grabar acá.
—Sí. Yo tengo el orgullo de poder decir que a tres cuartos de mi casa se grabaron los mejores discos de la historia de la cumbia santafesina, en Santa Fe Recordings. Ese fue Adrián Forni. Ahí han venido a grabar muchos grupos de Entre Ríos, Buenos Aires. Ahí grabó Karina, una gran profesional, que siempre tocó con los músicos de Trinidad, porque venía a buscar lo mejor. Lo mismo pasó con Dalila, que fue un descubrimiento del Leo Mattioli. En un asado le dijeron “che, tenés que conocer a esta flaca, no sabés cómo canta”, ella era moza en un bar, y él la escucha y la invita. Mucha gente no lo sabe, pero el Leo fue muy generoso con un montón de músicos, por eso lo quiere todo el mundo, no vas a encontrar gente que hable mal de él. Pero por eso, tiene que ver con la identidad. Como el timbaletero de Santa Fe no hay, como el acordeonista de Santa Fe no hay. Es algo que brota de la misma tierra, pareciera. La gente no puede vivir de lo que te impone la moda. La identidad de un pueblo tiene que ver con otra cosa. Acá la gente quería divertirse, ¿qué iba a ir a escuchar tango y amargarse? ¿A escuchar rock y hacer pogo? No. Por eso también dicen que vos agarrás un tema de cualquier grupo, se lo das a un grupo de cumbia santafesina y parece que fuera de ellos. Eso es re difícil.
—¿Y de dónde brota eso?
—Para mí es el talento del músico de barrio, y también la necesidad frente a la adversidad, porque muchos murieron en la pobreza, o dejaron a sus familias. Hay una entrevista a Cacho Deicas en la que él dice “la gente nos ve y dice, ah ustedes viven de joda, viven tocando, no saben que nosotros nos perdemos los cumpleaños de nuestras familias, las fiestas, la navidad, todo”. Es un trabajo, tiene toda esa parte de la noche, la joda, pero hay muchos sacrificios también. Mucha gente se sacrificó y lo sigue haciendo por la cumbia, para que subsista. Juan Carlos Denis tenía una Fender Stratocaster. Y le decían, “¿cómo vas a tocar cumbia con ese instrumento?”. Porque la usaba Pappo, B.B. King. “¿Y cuál es el problema?”, decía él; “yo tengo que tocar con el mejor instrumento que pueda, y es este”. Y propuso cumbia con guitarra, algo que no existía.
—¿Y cómo ves el panorama hoy?
—Siempre hubo dos ciudades, la de los bulevares, del centro, y la de los barrios. En los barrios hay otro mundo. Lamentablemente cada vez está todo más difícil, se ha vuelto todo más marginal, más complejo, más violento, y las clases en vez de unirse se separan más. En otras épocas no era así, y eso también hizo que la cumbia florezca. La cumbia también tuvo que subsistir a la época de los militares, a las crisis económicas. Por ahí la ventaja es que la policía no se metía a los vecinales. Tiene eso de búnker la cumbia, siempre fue el refugio de los barrios. En el centro no existe eso.
—El elemento social siempre estuvo muy presente.
—Y, sí. Cacho Deicas era transportista. Marcos Camino laburaba en la Bahco. Sergio Torres arreglaba bicicletas. El Leo Mattioli le pasaba vino a la barra brava de Colón, en Centenario. Muchos albañiles, eran todos laburantes, que dejaron su vida por la música. La vida en serio, porque a muchos se lo llevó la noche. Mucha gente murió a los 40, 50 años, porque la noche te pasa factura, ¿viste?
—Volviendo al blog, ¿qué repercusiones han tenido? ¿Reciben comentarios de gente?
—La gente entra, deja discos, todo. Agradecen bastante. Nosotros siempre lo hicimos por amor a la música y a la difusión que se merecen los músicos.
—Se han hecho amigos en el camino, me imagino.
—Sí, nos hicimos amigos de mucha gente por el blog. Ahora vino un chico de Chaco hace poco y entrevistó a un montón de músicos de acá, todos le abrieron las puertas. Quedó como un loco. Esa siempre fue la calidad y la humildad de gente de la cumbia.